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Realismo y estilo literario.

19/5/2020

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Realismo y estilo literario
Estilos de escritura entre La Peste de Albert Camus y El Amor en los Tiempos del Cólera de Gabriel García Márquez.
Recordatorio sobre el realismo literario: En la actualidad podemos hablar de realismo como un estilo que se enfoca en lo real sin olvidar que es ficción, es decir, sigue siendo el producto de la imaginación de un escritor, que le sirve de herramienta para razonar sobre la sociedad en la que vive. Una clave para tener claro el concepto de realismo es entender que la literatura de estilo realista es contraria a la de un estilo fantástico.
Recordatorio sobre el estilo: Consiste en una libertad pura del escritor, es la manera de abordar sus temas; las palabras que elige en su texto, el estilo requiere preparación para construir una prosa lo más nítida posible. En otras palabras, no se puede insertar la libertad del escritor en la obscuridad de la lengua. El estilo es lo que individualiza al escritor.
Información adicional: Al parecer tanto Albert Camus como Gabriel García Márquez leyeron un libro titulado Diario del Año de la Peste (la primera publicación del año 1722), esta lectura fue una de las tantas en el desarrollo de los estilos de ambos escritores.
Ejercicio: Argumenta a partir de los siguientes fragmentos de La Peste y El Amor en los tiempos del Cólera sobre el estilo de escritura. En otras palabras, razona sobre el uso del estilo de estos escritores con ayuda del material de apoyo.

La Peste de Albert Camus
La palabra "peste" acababa de ser pronunciada por primera vez. En este punto de la narración que deja a Bernard Rieux detrás de una ventana se permitirá al narrador que justifique la incertidumbre y la sorpresa del doctor puesto que, con pequeños matices, su reacción fue la misma que la de la mayor parte de nuestros conciudadanos. Las plagas, en efecto, son una cosa común pero es difícil creer en las plagas cuando las ve uno caer sobre su cabeza. Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y sin embargo, pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas. El doctor Rieux estaba desprevenido como lo estaban nuestros ciudadanos y por esto hay que comprender sus dudas. Por esto hay que comprender también que se callara, indeciso entre la inquietud y la confianza. Cuando estalla una guerra las gentes se dicen: "Esto no puede durar, es demasiado estúpido." Y sin duda una guerra es evidentemente demasiado estúpida, pero eso no impide que dure. La estupidez insiste siempre, uno se daría cuenta de ello si uno no pensara siempre en sí mismo. Nuestros conciudadanos, a este respecto, eran como todo el mundo; pensaban en ellos mismos; dicho de otro modo, eran humanidad: no creían en las plagas. La plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar. Pero no siempre pasa, y de mal sueño en mal sueño son los hombres los que pasan, y los humanistas en primer lugar, porque no han tomado precauciones. Nuestros conciudadanos no eran más culpables que otros, se olvidaban de ser modestos, eso es todo, y pensaban que todavía todo era posible para ellos, lo cual daba por supuesto que las plagas eran imposibles. Continuaban haciendo negocios, planeando viajes y teniendo opiniones. ¿Cómo hubieran podido pensar en la peste que suprime el porvenir, los desplazamientos y las discusiones? Se creían libres y nadie será libre mientras haya plagas. (Camus, 1947 Pag 5)

El Amor en Los Tiempos del Cólera de Gabriel García Márquez

A las seis de la mañana, cuando hacía la última ronda, el sereno había visto el letrero clavado en la puerta de la calle: Entre sin tocar y avise a la policía. Poco después acudió el comisario con el practicante, y ambos habían hecho un registro de la casa en busca de alguna evidencia contra el aliento inconfundible de las almendras amargas. Pero en los breves minutos que demoró el análisis de la partida inconclusa, el comisario descubrió entre los papeles del escritorio un sobre dirigido al doctor Juvenal Urbino, y protegido con tantos sellos de lacre que fue necesario despedazarlo para sacar la carta. El médico apartó la cortina negra de la ventana para tener mejor luz, echó primero una mirada rápida a los once pliegos escritos por ambos lados con una caligrafía servicial, y desde que leyó el primer párrafo comprendió que había perdido la comunión de Pentecostés. Leyó con el aliento agitado, volviendo atrás en varias páginas para retomar el hilo perdido, y cuando terminó parecía regresar de muy lejos y de mucho tiempo. Su abatimiento era visible a pesar del esfuerzo por impedirlo: tenía en los labios la misma coloración azul del cadáver, y no pudo dominar el temblor de los dedos cuando volvió a doblar la carta y se la guardó en el bolsillo del chaleco. Entonces se acordó del comisario y del médico joven, y les sonrió desde las brumas de la pesadumbre. (García Márquez, 1985 pág 25)
Material de apoyo.

Adjunto y enlaces de vídeos.





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